Caía la noche


Caía la noche, el 28 de noviembre de 1999, todos en mayor o menor medida teníamos una secreta esperanza de festejar, algunos nos creíamos preparados para la derrota electoral, sin embargo cuando empezaron aparecer las primeras cifras en las pantallas de televisión nos entró una cierta congoja.

En ese marco salí a caminar, sin querer llegué al arroyo Tropa Vieja, al anochecer se había levantado un viento que barría el calor del día y tornaba algo más soportable el clima. Iba ensimismado, pensando en mil cosas a la vez mientras mis manos tomaban algunas piedrecitas en la orilla y las tiraba sobre la superficie del arroyo intentando hacer “sapitos” con ellas.

De pronto una vocesita me gritó desde uno de los círculos concéntricos que había hecho la última de las piedras, “ eh, Hugo, no te la agarres con nosotros, los animalitos del arroyo no votamos”, era Yito.

No saben la alegría que me dio, de golpe me di cuenta que en los últimos dos meses no había parado para ni un instante para soñar, Yito seguramente me había visto pasar muchas veces en la motoneta, quizás me gritó y todo pero yo no me detuve a sentir su voz, me creía seguramente muy ocupado.

Pero lo cierto que mi frustración y las piedritas me hicieron reencontrarme con este pecesito tan especial me preguntó por Uds., por Polillín y Polillote y sin muchos preámbulos me contó que su familia estaba muy preocupada por la aparición con el verano de chicos que andaban en motos náuticas por los arroyos Pando y Tropa Vieja destruyendo sus casas, agrediéndolos a cada instante.
No terminó de hacerme saber su preocupación, que aparecieron nuestras amigas, las polillas, en la nave interestelar acompañadas por Uds.: Luana y Gaetano.
Gaetano no había puesto un pié sobre la tierra que ya quería salir a buscar a esos niños tan agresivos, pero Luana, más reflexiva dijo tenemos que hacer un plan.
Cada uno de nosotros aportamos ideas pero el plan que nos gustara a todos no aparecía, de pronto sentimos ruidos a motores, chapoteos y un foco que se acercaba rápidamente a donde nosotros estábamos, era uno de esos chicos a los que había hecho referencia Yito.
No habíamos salido del asombro, cuando vemos a la moto náutica dar una curva cerrada, pegar en una rama y caer abruptamente a su conductor al agua perdiéndose el vehículo en la oscuridad del Pando.
Nuestra rabia no nos impidió brindarle ayuda al accidentado que flotaba en medio del arroyo Pando.
Fue justamente Gaetano que se dispuso a ayudarle, nos mostró que muy cerca de donde nosotros estabamos habían dos canoas que nos esperaban. Rápidamente nos subimos a ellas y acudimos a ayudar al joven accidentado.
Llegamos al lugar donde flotaba el conductor y nos encontramos con un chico pecoso de unos trece años, de ojos grandes y agrandados, triplemente asustado, una por la situación que vivía, otra por haber perdido la moto que era alquilada y la tercera por que no tenía claro cual eran las intenciones del grupo tan particular que se le acercaba: un pez, dos canoas, dos apuestos niños, dos polillas y un viejo barbudo.
La solidaridad tuvo más fuerza que la rabia, por ello lo subimos a la canoa y comenzamos a remontar el arroyo Pando en búsqueda de la moto ya callada .
La noche había retornado a la tranquilidad habitual, los patos dormidos flotando en él arroyo, con la cabeza metida entre las plumas de su cuerpo no se inmutaban a nuestro paso, alguna de las lechuzas y otros pájaros nocturnos nos saludaban con sus trinos. El cielo estaba lleno de estrellas y de luna y la superficie del agua las reflejaba duplicando su belleza.
El “pecoso” que abrumado por su accidente se había tirado en el piso de la canoa, de pronto descubrió la belleza de una cálida noche remansera, sus ojos grandes se agrandaron distinto. Disfrutaba todo lo que veía y oía. Descubrió que el silencio de la noche estaba lleno de agradables sonidos, que la oscuridad estaba llena de luces y la soledad llena de compañía.
En ese momento, Luana que lo observaba, aprovechó para decirle cuánto perdía él del espectáculo nocturno cuando invadía al arroyo con su moto náutica. Gaetano que recordaba las quejas de Yito le echó en cara cuanto destruía.
El “pecoso” que aceptaba las buenas razones de ambos, tuvo un nuevo motivo de asombro, un chapoteo cerca de la proa de la canoa en que viajaba, se acercó , era Yito que nos indicaba que la moto había encallado entre unas ramas un poco más adelante.
La rescatamos, la atamos con cuerdas a las dos canoas y la llevamos hasta el muelle de donde había salido.
El pecoso se comprometió hablar con sus amigos para hacer deportes náuticos que no agredan al medio ambiente , a partir de la experiencia vivida.
El tiempo había transcurrido, en el cielo de la madrugada, más claro ya, aparecían algunas manchas rosadas, Polillín y Polillote apuraron a Luana y Gaetano a subir a la nave para volver, Yito para su casa y yo volví al mundo cotidiano, con triunfos y derrotas, con esperanzas, con actividades pero por sobre todas las cosas con la alegría del reencuentro fantasioso pero reencuentro al fin.