Tres historias de tres zorros y tres lechuzas.




Quizás en ningún lugar hay animales autóctonos, todas las especies vinieron de algún lado y vaya a saber porque razones. El Remanso no es una excepción, su fauna se fue conformando con animales que por circunstancias de la vida cruzaron alguno de los arroyos fronteras y resolvieron quedar allí.

Por esto su población animal es diversa tanto en especie como en edades y lo único que ha veces los distingue entre sí, es el tiempo de afincamiento o su nivel de compromiso con las comunidades existentes. Esta última condición, quizás la más importante de todas para valorar su vecindad.

Esta fábula tiene que ver con tres zorros viejos que se afincaron hace unos años en el Remanso, en distintos momentos de su propia historia y separados en el tiempo. Desarrollaron entre sí diversas relaciones de vecindad, algunas circunstancias los llevaron a compartir hitos de una historia común.

Cada uno con su personalidad, sus hábitos y su madriguera

El zorro “Etiqueta”, que no lo llamaban así precisamente por su pinta sino porque vivía pegado a la botella. Era gordo, maloliente y viudo. De carácter irascible, más cuando estaba borracho. Tomaba actitudes agresivas con sus animales vecinos aunque si se lo enfrentaba mostraba su cobardía. Este zorro hacía ya años que le había declarado la guerra a la comunidad de aperiá pero esa es otra historia, que en oportunidad contaremos. Tenía una madriguera que supo ser hermosa, con un lindo jardín lleno de plantas y flores que a raíz de su viudez había caído en el mayor de los abandonos.

El zorro Tapia, llegó al Remanso después de una vida azarosa llena de alegrías y tristezas que él disimulaba con su afable modo de relacionarse con los vecinos. Su madriguera conservaba su carácter de vivienda de verano, modesta pero confortable sobre todos en los espacios abiertos. Estaba coronada por una importante antena de radio que mostraba una de sus más queridas aficiones.

Por último, el zorro Liberto, llamado así por haber obtenido su libertad cuando llegó al Remanso, ya que según él había vivido domesticado treinta y pico años en otros lares. Era simpático, servicial y buen amigo, no paraba demasiado en su madriguera, siempre encontraba una buena razón para llegar a la casa de sus vecinos, sobre todo cuando llovía, en busca de tortas fritas. Quizás y sin quizás valoraba su libertad pero rechazaba su soledad. Su madriguera era bastante precaria, en sus proyectos estaba hacerla confortable pero con mucha facilidad los postergaba. No obstante en el correr de los años la fue mejorando notablemente.
La aparición de las tres lechuzas de esta fábula es reciente y los animalitos que me informaron no las conocían demasiado, sabían que eran amigas entre sí y que aparentemente se instalaron en el Remanso cuando tuvieron conocimiento de la existencia de estos tres zorros que tenían poco en común salvo su pregonada resistencia a la soledad y sus confortables madrigueras.

De aquí en más, tres historias, una corta, una larga y otra inconclusa.

La historia corta
Lo sucedido al Zorro Etiqueta
El zorro Etiqueta gastaba su exigua jubilación en bebidas que lo mantenían permanentemente borracho, algo en alimentarse aunque no era su mayor preocupación y nada en higiene ni personal ni social.


Un día pasó por delante su madriguera una lechuza que lo saludó deferentemente, para su sorpresa, ya que estaba acostumbrado a la indiferencia de los animales vecinos del Remanso con los cuales había acumulado un sinnúmero de problemas por sus estado de ebriedad permanente. Día tras día aconteció el pasaje de la lechuza por la puerta y el saludo correspondiente, él, al principio apenas le contestaba, pero las circunstancias hicieron ella le planteara su necesidad de trabajo y su disposición a realizar cualquier tarea doméstica por un salario mínimo.

Luego, cada día le preguntó si recordaba a alguien que la pudiera necesitar. En esas conversaciones cotidianas le fue contando que estaba sola, sin compromisos en la actualidad, ya que se había divorciado hacía ya unos años de un lechuzo muy malo.

El zorro Etiqueta incorporó a su vida este encuentro “casual”, tanto que cada vez esperaba el pasaje de la lechuza divorciada más temprano y se ponía cada vez más ansioso por la supuesta demora. El viejo zorro se sintió de nuevo en sus años mozos, comenzó a revivir cosas que el tiempo y el alcohol se las habían escondido durante mucho tiempo.
La lechuza Divorciada que era muy conciente de lo que le estaba provocando al solitario viejo zorro, comenzó a urdir la siguiente etapa del plan.
Resolvió dejar de pasar durante dos días para elevar el nivel de ansiedad.

El viejo zorro se sintió desolado y mientras tomaba copa tras copa del vino más o menos ácido que el mismo elaboraba, buscaba algún ardid que le permitiera asegurar el encuentro diario con la lechuza.

Transcurrido el par de días de la retirada táctica de la lechuza, ella se vistió con sus mejores galas, acomodó sus gastada plumas de la cola, oscureció con un tizne negro los alrededores de los ojos y engalanó los dedos de sus patas con algunos anillos y llegó más temprano que nunca a la puerta de la madriguera del zorro.

No la esperaba, sus desperanza lo había invadido y muy temprano había comenzado a consumir el intomable vino. Cuando la descubrió entre la maraña de plantas de su descuidado jardín, se acercó torpemente, quizás a consecuencia de la mezcla de los nervios con el alcohol etílico ingerido. Se sintió fuertemente impactado por la atildada presencia de la lechuza.

Ella le dijo algunas mentiras que había preparado cuidadosamente, le contó que había conseguido trabajo de limpiadora en una casa que quedaba del otro lado del Arroyo Pando, que le quedaba muy lejos, que no le pagaban muy bien pero a falta de otra cosa había aceptado. El zorro se desesperó, no alcanzaba a discernir que era lo que tenía que hacer para no perder ese tan apreciado pedacito de compañía y de pronto tuvo una ocurrencia y sin pensarlo mucho se la expectó. Le ofreció la posibilidad de trabajar en su madriguera por una salario mayor.

La lechuza divorciada se hizo la dubitativa antes de aceptar, más allá que en su interior había una especie de marquesina que decía una y otra vez: OBJETIVO LOGRADO-primera etapa.

A partir de ese día la lechuza fue trabajar todos los días a la madriguera del zorro y fue aumentando la duración de su jornada de trabajo. Como el zorro le pagaba por hora, fue trasladando el total de su jubilación al sueldo de la lechuza. Una tarea que la lechuza realizaba con mucho esmero era la comida, gustosa por cierto, con mucha pimienta y aji picante.


Al zorro Etiqueta le agradó mucho al principio, por que le daba sed y justificaba la excesiva ingesta de vino, pero a los pocos días se empezó a sentir mal. La lechuza en vez de cambiar el estilo de comidas le empezó a recetar tizanas “digestivas” para corregir los malestares estomacales.

Lo que no pudo setenta y pico de años de borracho, pudo algunos meses de dudosa compañía. El zorro Etiqueta cayó enfermo, los médicos dijeron cancer y aceleradamente fue desmejorando, su magra jubilación se iba en caros remedios y por tanto cuando más necesitaba la compañía de la lechuza, menos horas podía pagarle .


La divorciada en un acto de generosidad, le dijo que no importaba, que ella lo iba acompañar hasta el fin de sus días si el le firmaba un papel donde se le asegurara la propiedad de la madriguera, el zorro Etiqueta aceptó, firmó y no tuvo tiempo de valorar cuan corto podía ser “hasta el fin de sus días”. Murió esa misma mañana.

La lechuza se mostró apesadumbrada y acongojada, fue acompañada en el sepelio por sus dos lechuzas amigas y en su interior se volvió a prender una marquesina con muchos colores que decía: Madriguera lograda-última etapa

Lo sucedido al zorro Liberto
Este zorro era un animalito muy singular, a pesar de sus años tenía una actitud ante la vida muy positiva, para él y para los demás. Ayudaba y esperaba ayuda constantemente de los otros. En una palabra padecía la soledad y la canalizaba lo mejor posible.
Al poco tiempo de afincarse en el Remanso, obtuvo el reconocimiento de todos los vecinos por su simpatía, su desparpajo y su actitud solidaria.
Reflexionaba sobre todo y lo hacía bien, en particular en lo técnico, seguramente de ser humano hubiera sido ingeniero.
No le hacía asco llegar a madrigueras ajenas, sobre todo a la hora de comer, intercambiando alimentos, que degustaba con verdadero placer, por compañía amable y entretenida. Subyacían en todas sus conversaciones sus preocupaciones por encontrar pareja.
La primera dificultad que tuvo fue que en el Remanso no había muchas zorras, cosa que superó rápidamente encontrando el lado bello de todas las hembras de la especie animal.
No obstante, fue bastante selectivo, rechazaba aquellas que profesaban ideas conservadoras.
Fue buena compañía para unas cuantas hembras de la zona, quizás en muchos casos demasiado transitoria, ya que el viejo zorro siempre se reservaba espacios de libertad y ponía condiciones a sus relaciones:mi casa, tu casa y pasatiempos compartidos.
Un día, se enteró que muy cerca del remanso, había un lugar donde se reunían animales mayores de todas las especies para actividades de esparcimiento propias de la edad. No tardó en llegar hasta allí, junto con el zorro Tapia, impulsados por esa soledad que los llevaba a conocer más y más animalitos.
Allí aparecieron las tres lechuzas del comienzo, ellas participaban habitualmente de las actividades de ese centro de esparcimiento y en cuanto conocieron a estos dos zorros bocones se dispusieron profundizar sus relaciones con ellos, atraídas seguramente tanto por sus personalidades como por sus madrigueras tantas veces descriptas por ellos.
Como eran tres, una de ellas puso sus miras en otro zorro remansero, el Etiqueta de cuya existencia se enteró por ellos. Lo sucedido con este zorro ya lo relatamos antes y no vamos a abundar en ello..
Se formaron rápidamente dos parejas desparejas: zorro macho con lechuza hembra y cada una de ellas construyeron su propia historia. La que ahora nos ocupa es la del zorro Liberto y por ello proseguiremos con su relato.
Liberto estaba más contento que perro con dos colas, pregonó por todo el Remanso su nuevo romance, describiendo su lechuza tal como su entusiasmo le permitía ver.
Los animales de la comunidad remansera la conocieron rápidamente, ya que la lechuza apareció por esos lares casi junto con los pregones. La lechuza llegó a la madriguera del zorro Liberto solicitando albergue, aduciendo que la comunidad de lechuzas le había expulsado por relacionarse con otra especie.
Liberto no dudó en ampararla, conjuntó a su entusiasmo amoroso su solidaridad con el prójimo, tantas veces demostrada en otras ocasiones.
Así comenzó la convivencia, Liberto, conciente de su edad, con la disposición de vivir lo mejor posible, planeaba fiestas y viajes y la lechuza lo impulsaba a mejorar la madriguera, ampliarla para que cupiera en ella su nido.
Al principio Liberto se daba los gustos, hizo una gran fiesta a la cual invitó a muchos animales de la comunidad remansera para que la conocieran y planeó algunos viajes a exterior, de los cuales solo pudo realizar uno de ellos.
La lechuza, entre depresión y depresión, lo estimuló a concretar la ampliación de la madriguera, cercarla y encerrarla. No fue solo para la madriguera, sino también para el viejo zorro, tanto, que muchos vecinos comenzaron a pensar que le quedaba grande su nombre: Liberto.
El zorro se fue aislando, dejó de compartir cosas que muchos animales de la zona tenían ya incorporados, el copetín del mediodía, su visita los días de lluvia en busca de torta fritas, su fiesta de cumpleaños que siempre festejaba como si fuera el último.
Pero Liberto no solo cambió los hábitos sino también empezó a deteriorarse su salud, la cual era “a prueba de balas” mientras vivió sólo. El que comía mucho y de todo, de buenas a primeras, empezó a hacerle mal todas las ingestas, si no era acidez era descompostura.
A un año de convivencia, al zorro le apareció una dolencia muy común de los animales machos, aparentemente la había logrado controlar con tratamientos adecuados pero no fue así, cuando él esperaba estar viajando al exterior con su lechuza, viajó solo y sin retorno vaya a saber a donde.



Lo sucedido al zorro Tapia